Estos días se cumplen diez años de la colocación de la primera piedra en el Parque Científico de Villamayor. La década que nos separa de las imágenes de esa ceremonia, en la que participaron representantes de todas las instituciones promotoras, ha traído cambios estructurales no solo a la Universidad, sino al conjunto de la sociedad.
El Parque Científico de la Universidad de Salamanca se diseñó en un momento muy distinto al actual. Como en otras ciudades, las ayudas públicas favorecieron la creación de estas instalaciones como una extensión de las propias universidades, pero la crisis sacudió con fuerza todo el sistema español de parques, algunos de los cuales han desaparecido o se han reconvertido.
Fue preciso rediseñar el modelo y superar las dificultades administrativas y económicas, que no fueron pocas. Lo llamativo en el caso del Parque de Salamanca es que, aunque los equipos de gestión han cambiado varias veces en esta década, la Universidad ha apostado en todo momento por crear primero y consolidar después esta infraestructura, contando siempre con el apoyo de las administraciones locales y regionales.
Hubo que redimensionar proyectos, modificar planes y negociar cambios para conseguir la viabilidad. Pero tanto las entidades como las personas han sabido estar a la altura del reto que supone el Parque, permitiendo su consolidación y abriendo la puerta a una nueva etapa de expansión que estamos poniendo en marcha.
El Parque nació como una ampliación de la Universidad hacia otros espacios, vinculado a un nuevo modelo de enseñanza fruto del Espacio Europeo de Educación Superior. Con el tiempo su orientación derivó hacia la creación de un ecosistema empresarial basado en el conocimiento y en la capacidad de transferencia de la Universidad. Diez años después de su puesta en marcha, con 55 empresas funcionando en sus instalaciones y más de 800 empleos directos, parece razonable pensar que todos los esfuerzos han merecido la pena.
El Parque, y también la Universidad, se asoman ahora a un tiempo nuevo en el que seguir creciendo y adaptándose a las necesidades de quienes forman parte del proyecto en distintos grados: docentes, investigadores, estudiantes, gestores, empresarios, emprendedores, reguladores… La actividad que allí se desarrolla es tan compleja que no puede entenderse sin tener en cuenta la relación del parque y quienes allí trabajan con su entorno.
Por eso es preciso seguir creciendo. Y vamos a hacerlo a través de una renovación del proyecto hacia un parque de tercera generación, aplicando modelos de innovación abierta y colaborativa, diseñando estrategias para la puesta en marcha de nuevas start ups, spin offs y proyectos que combinen el empuje de nuestros titulados con la capacidad financiera y el respaldo de administraciones y empresas.
Sabemos cómo hacerlo, ampliando la actividad del parque al resto de localidades donde la Universidad de Salamanca está presente, pero también colaborando con entidades de todo nuestro entorno que estén interesadas en crecer a través de la innovación.
Estamos cerrando una etapa histórica y abordando el futuro más inmediato a través de propuestas innovadoras, a la altura del papel que las universidades tenemos que jugar en la sociedad del conocimiento.
Cumplimos 10 años mágicos, pero la década prodigiosa es la que está por llegar.