Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 15% de la población mundial padece algún tipo de discapacidad física, psíquica o sensorial. Son más de 1.000 millones de personas en todo el planeta.
Hacer que puedan acceder a un trabajo, utilizar los servicios públicos y contar con programas específicos de formación y asistencia forma parte del estado del bienestar. Por eso las administraciones públicas, y también muchas organizaciones privadas y otras sin ánimo de lucro, dedican importantes esfuerzos a derribar o disminuir las barreras que les impiden desarrollarse de forma completa.
Las universidades jugamos un papel muy relevante en este proceso. En primer lugar, haciendo posible que los ciudadanos con algún tipo de discapacidad puedan formarse en nuestros centros superando las barreas físicas y/o los problemas derivados de sus patologías. Para ello es preciso adaptar las vías de acceso, contar con el personal y el material de apoyo necesario y tener clara toda la información relevante.
También llevamos a cabo otra actividad no menos importante: ofrecer formación orientada a los profesionales que trabajan con personas con discapacidad. En la Universidad de Salamanca contamos con un instituto de investigación especializado, el INICO, que imparte varios programas en esta línea.
En tercer lugar, parte de la investigación que se lleva a cabo en las universidades se orienta a la resolución de los problemas que sufren las personas con discapacidad. Las soluciones vienen de la mano de la biomecánica, la informática, las ingenierías y el diseño industrial, entre otras. En este sentido, aunque no se lleva a cabo en una universidad, me parece destacable el trabajo que desarrolla el Centro de Referencia Estatal de Autonomía Personal y Ayudas Técnicas (CEAPAT).
Como investigador, he participado en algunos proyectos en este campo, posiblemente el más ambicioso de ellos sea el Movicloud, dirigido a reducir las barreras que dificultan el acceso al trabajo de las personas con discapacidad física, un sistema desarrollado de forma conjunta con INDRA que involucra el uso de sensores, la computación en la nube, el big data, la simulación, etc.
He leído varias informaciones publicadas el pasado fin de semana con motivo del Día Mundial de la Discapacidad. Me entristece comprobar cómo bien entrado el siglo XXI se siguen dando algunas situaciones que impiden el normal desarrollo social y laboral de estas personas. Me preocupa no ser capaces de desarrollar e implementar más y mejores sistemas que les permitan tener una vida más fácil. Pero me admira y me emociona saber que cada día muchos profesionales dedican su tiempo, sus recursos y sus conocimientos a reducir o hacer desaparecer los obstáculos que les atenazan.
Y estoy convencido de que solo podremos sentirnos orgullosos del nivel de desarrollo que disfrutamos cuando todas esas personas, sin importar dónde vivan o qué problemas padezcan, puedan ser partícipes también de las ventajas y las posibilidades que la ciencia, la tecnología y el conocimiento aportan para hacer de este un mundo mejor.